Sonar

Es tan sólo la alegría de un amante para la señora de vida burguesa. Sumiso y callado. Capaz de asesinar al señor burgués si se lo pide. El, horrorizado por la suciedad de los rostros en el primer vagón, huye al encuentro de su dama siguiendo las indicaciones del revisor. El tren inició la marcha entre la neblina berlinesa y se dirige a una habitación realquilada con una cómoda y dos cojines de flores. El otro y el marido, que en realidad son el mismo, no desconfían y prefieren jugar con el científico a crear autómatas que imitan seres inanimados bastante corrientes.

Esta escena se envuelve con una música electrónica que recuerda al sonar del los violines bajo el agua. No es casualidad que Daedelus prefiera subirse al escenario vestido de esmoquin. Que mantenga un ritmo distinto con cada mano, brazo, pierna, pie y cabello. Todo unido por un instrumento inusual pero mas simple de lo que parece. Y es su puesta en escena la que suena bien, la que suena mejor en ese tren que no pretende parar.