Me encanta hacer el patético. Desesperadamente patética, trágica, fúnebre, patológicamente melodramática y callada. Así es cómo suelo ser unos 10 minutos al día. Y si tengo un mal día esos 10 minutos pueden reiterarse dependiendo del clima del salón dónde me sitúe. Si hace mucho calor mejor salir corriendo. Sigo sin saber el porque pero a veces me pasa mientras me concentro en alguna de mis teorías tajantes. Y si mi actividad mental sobrepasa ciertos límites entonces ya me doy por perdida. Ojalá me saliera humo por la cabeza y se me rizara el pelo, todo sería más sencillo y un toque de plancha lo arreglaría en 10 minutos bastante distintos. Cuando salía con mis amigas quedábamos una hora antes en el cuarto de alguna para pasarnos debidamente el lisador por cada uno de de nuestros mechones aún sin teñir. Casi llegamos a hacer una tesis sobre los movimientos de muñeca que debíamos hacer antes de que el electrodoméstico se deslizara des de la raíz hacia las puntas o de cuantos segundos debía durar ese procedimiento.
Hoy me lisaré el pelo, ya lo tengo decidido.
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